La eugenesia espartana

 

El autor compara la eugenesia espartana y la situación actual en nuestra sociedad, que está tramitando una ley de plazos para el aborto. Pide la protección del no nacido y la defensa de la vida humana.
Jesús Aguirre. Médico y senador del Partido Popular 20/01/2009
Gran admiración nos provocaba a los estudiantes de bachillerato de los años 60, fomentado por el sistema educativo de la dictadura franquista, estudiar la organización social y la educación espartana. Pensar en Esparta era transportarnos a la antigua Grecia del siglo VII a.C, a orillas del río Eurotas, en la península del Peloponeso, al poderío militar de la ciudad hoplita por excelencia, a las guerras médicas, y al paso de las Termópilas.

Incluso imbuidos por la España de aquella época admirábamos la educación espartana basada en la guerra y en el honor, en la pureza de sangre de las minorías privilegiadas, en la educación por parte del Estado y no de la familia a partir de los 7 años, basada en reglas muy rigurosas de disciplina, de obediencia, y de sometimiento a la autoridad, con un objetivo educacional único de formar ciudadanos obedientes y valientes guerreros.

Estos conceptos admirados en aquella época, fruto de nuestra juventud, inexperiencia y de la cultura política-social imperante, hoy los tenemos totalmente superados y sólo son recuerdos de dictaduras pasadas y de extremismos por desgracia aún presentes dentro de los nacionalismos extremos y de los intentos del padre Estado de socavar a la familia y retornar a la antigua formación del espíritu como medida de adoctrinamiento político.

Similitud histórica
De la historia espartana, hay un capítulo, que ni en aquella época de juventud admiré, ya que siempre me ha causado un gran horror. Era la eugenesia espartana, consistente en que «al nacer el niño espartano era examinado por una comisión de ancianos en el Pórtico para determinar si era sano y bien formado. En caso contrario se le consideraba una boca inútil y una carga para la ciudad. En consecuencia, se le conducía al Apótetas, lugar de abandono, al pie del monte Taigeto, donde se le arrojaba a un barranco».

Si comparamos la eugenesia espartana con nuestra sociedad actual encontramos una gran similitud.

El padre Estado tiene una legislación oportuna que permite deshacerse de una hipotética «boca inútil y carga para la ciudad». Las dos únicas diferencias son: primera, que no se espera a que nazca, y segunda, que la comisión de ancianos es sustituida por la decisión de la madre en lo referente a si el hijo que hay en su vientre es una «boca inútil o una carga».

No voy a entrar en las disquisiciones políticas, sociales, sanitarias, y de carácter legal sobre la idoneidad y el cumplimiento de la actual Ley Orgánica 9/1985 donde se despenalizan las interrupciones voluntarias de embarazo, ni sobre la futura ley de plazos, ni sobre el artículo 15 de la Constitución Española, que al regular los derechos fundamentales dice expresamente: «Todos tienen derecho a la vida».

Defensa del ‘diferente’
Lo que quiero es transmitir un canto a la vida en defensa de los derechos de los no nacidos, de los más indefensos de nuestra sociedad y de aquéllos que al nacer van a ser diferentes y de los que no vamos a conocer sus sentimientos, alegrías y preocupaciones.

Tenemos una sociedad muy bien estructurada donde prima la defensa de los derechos del ciudadano; de ahí que existan figuras tan importantes como el Defensor del Pueblo, el Defensor del Paciente, el Defensor del Ciudadano, el Defensor del Niño, etcétera. Deberíamos crear la figura del defensor del que menos se puede defender, de aquél que no tiene voz, que su única misión es crecer y su único anhelo es nacer; del que no lo ha pedido, pero que ha sido concebido y que exige el derecho de ser alguien en esta vida y de no quedar en el camino.

Seamos progresistas, defendamos la vida, demos vida a la vida y huyamos de darle muerte a la vida, opongámonos a la pena de muerte desde la concepción hasta el final de nuestros días; rasguémonos las vestiduras ante las imágenes de niños muertos en las guerras o por inanición en el Tercer Mundo, pero mirémonos el ombligo de vez en cuando, sobre todo el ombligo creciente de la mujer embarazada.

Busquemos soluciones solidarias donde prime la defensa de los más indefensos y siempre pensando que ese no nacido podríamos ser tú o yo.


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