Una fábrica de parir

Una mujer se lamenta porque su hija se está muriendo tras dar a luz. (Foto: Mònica Bernabé)Una mujer se lamenta porque su hija se está muriendo tras dar a luz. (Foto: Mònica Bernabé)

Actualizado viernes 21/03/2008 13:44 (CET)

El paritorio del hospital de Herat en Afganistán. (Foto: M.B.)

El paritorio del hospital de Herat en Afganistán. (Foto: M.B.)

MÒNICA BERNABÉ

HERAT (AFGANISTÁN).- «Por favor, señor Mohammad Hassan entre a recoger a su mujer y a su hijo. Repito Mohammad Hassan», vocifera un hombre con un micrófono en el vestíbulo de la maternidad del hospital de Herat, en el oeste de Afganistán, que más que un centro sanitario parece un McDonald’s en el que los clientes, impacientes, esperan recoger su comida.

La maternidad es un lugar lúgubre, de suelo encharcado y sucio, donde las mujeres dan a luz como si estuvieran en una fábrica de parir. Tras el alumbramiento, tienen 30 minutos para limpiarse, recoger sus cosas, vestir al recién nacido e irse a su casa. No hay tiempo para más. Faltan camas y hay otras mujeres que hacen cola para dar a luz.

«Tenemos 32 doctoras, 30 comadronas, dos farmacéuticas y ocho limpiadoras», explica la ginecóloga Saida Said, responsable de la maternidad. «Hay dos salas de partos, una unidad de diagnóstico, y otra para bebés prematuros. Y todo el servicio es completamente gratuito». Escuchándola parece que esté hablando de un centro de primera calidad, que después no tiene nada que ver con la realidad.

Massoma ya ha tenido dos hijos en la maternidad de Herat y teme volver a quedarse embarazada. «Me dijeron que yo misma me buscara una cama que estuviera libre para parir y la única que encontré estaba llena de restos de placenta y sangre de la anterior mujer que había dado a luz», recuerda. Sin embargo, en aquel momento no estaba para remilgos y se estiró. A su lado, como si de un matadero se tratara, cinco camas más, una al lado de otra, con mujeres de piernas abiertas y con un cubo de plástico a los pies para echar los restos del parto.

No le aplicaron anestesia ni le realizaron ningún tipo de monitorización. Fue un alumbramiento a pelo. «La epidural sólo la ponemos en las cesáreas o en los abortos, aunque lo más normal es que en esos casos apliquemos entonces una anestesia general», aclara la ginecóloga Said, que añade que sólo las pacientes que se someten a una intervención de ese tipo pueden quedarse en el hospital cuatro días, antes de regresar a casa. En la maternidad hay cincuenta camas, y cada mes registra un millar de partos.

«Dieron la niña a mi madre tal y como salió, toda ensangrentada», sigue relatando Massoma, que afirma que su madre intentó limpiar a la criatura como pudo, con una toalla, porque en la maternidad no hay agua. La vistió y, mientras, Massoma también intentó asesarse con un trozo de algodón que había traído de casa. «Una amiga me avisó de que me lo trajera», recuerda. Todo sin moverse de la cama inmunda en donde había dado a luz.

«Después vinieron las comadronas, las doctoras, las farmacéuticas y hasta las empleadas de la limpieza a pedirme dinero», explica la chica, que afirma que, en su primer parto, pagó mil afganis (unos 14 euros) y, en el segundo, ocho mil (115 euros). Al llegar a la maternidad dijo que ella remuneraría al personal médico que le ayudara a dar a luz. «Era la única manera que tenía de asegurarme que me coserían con una aguja limpia y sin usar, y que me aplicarían una inyección para dilatar más rápido».

Sima tiene 18 años, luce un vientre enorme, a punto de explotar, y lleva desde las tres de la madrugada en un pasillo de la maternidad esperando a parir. «Dicen que aún no he dilatado lo suficiente», murmulla la chica con muecas de dolor y apoyada en una pared. Es la una de la tarde y asegura que durante todo ese tiempo no le han dado ni una silla para poder sentarse. Es su primer parto y su madre, que la acompaña, explica que no tienen dinero para pagar a las doctoras y comadronas.

Massoma recuerda que la sacaron de la maternidad en silla de ruedas a los pocos minutos de haber parido. Su marido la estaba esperando en la entrada con un taxi y las enfermeras le dijeron qué medicinas debía comprar para evitar infecciones o cualquier otro riesgo.

Afganistán es uno de los países del mundo con un mayor índice de mortalidad maternal en el parto: fallecen 1.200 mujeres de cada 100.000 que dan a luz. Eso supone unas 24.000 féminas en todo el país cada año, según datos de las Naciones Unidas. Herat, sin embargo, es la segunda ciudad de Afganistán con menor número de fallecimientos, según la responsable de la maternidad. ¿Cómo serán los partos en el resto del país?

Fuente: El Mundo


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