Jacinto Bátiz: «El tratamiento del dolor es un imperativo ético del médico»

El tratamiento del dolor al final de la vida del paciente no es una cuestión opcional sino una obligación ética, siempre con el consentimiento del enfermo, según Jacinto Bátiz, jefe de la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital San Juan de Dios de Santurce (Vizcaya).
Gonzalo de Santiago 18/04/2008

Jacinto Bátiz, jefe de la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital San Juan de Dios de Santurce, en Vizcaya, ha indicado que «el tratamiento del dolor no debe ser opcional, sino un imperativo ético, contando lógicamente con el adecuado consentimiento del enfermo».

Por ello cree que los médicos no deben permitir que alguien pueda sufrir dolor por una cuestión de ignorancia o por temor a aliviarlo con la posología suficiente o por creencias erróneas.

«Sería conveniente que cuando tratamos de aliviar el dolor de un enfermo no pensemos, como ocurre habitualmente, que existen dos tipos de dolor: el propio (insoportable) y el ajeno (exagerado). Al final de la vida es uno de los síntomas que precisa de nuestra ciencia y nuestro arte».

El bioético ha hecho estas reflexiones en las jornadas El enfermo ante la muerte: una visión multidisciplinar, organizadas por la UNED y la Universidad de Alcalá de Henares. En este tipo de situaciones, según Bátiz, el profesional tiene que dar credibilidad al enfermo si dice que algo le duele, identificar el tipo de dolor y conocer bien los fármacos para tratar dicha dolencia.

El especialista en cuidados paliativos señaló que la sedación en la agonía es hoy el tratamiento adecuado para aquellos enfermos que, en los pocos días u horas que preceden a su muerte, son presa de sufrimientos intolerables que no han respondido a las intervenciones paliativas, incluidas las más enérgicas, con las que se ha intentado aliviarlos.

Bátiz cree que en España «se puede morir mal por falta de cuidados paliativos, pero también hay pacientes que mueren mal por exceso de tecnologías médicas. Son muchos los enfermos en fase terminal que aún mueren con el suero puesto y esperando una analítica, o entubados en un servicio de urgencias. En ocasiones nos obstinamos cuando aplicamos tratamientos fútiles que no sólo no aportan ningún beneficio, sino que además pueden añadir sufrimiento».

Asimismo, dice que la limitación del esfuerzo terapéutico ha sido denominada con cierta frecuencia, erróneamente, eutanasia pasiva, «en lugar de una práctica adecuada a la situación del enfermo. Los posibles conflictos radican en que la indicación o no de estas medidas pueden variar en distintos enfermos e incluso en momentos evolutivos de la fase terminal de un mismo enfermo».

Comprensión
La relación médico-enfermo al final de la vida se desarrolla en una situación especialmente crítica. «El paciente necesita que el facultativo le explique qué es lo que va a pasar y que no le engañe, pero todo ello con una sensibilidad exquisita para que le ayude a comprender lo que precisa en esos momentos tan difíciles».

Por lo tanto, ¿cuándo se hace una buena práctica médica al final de la vida? «Cuando aplicamos aquellas medidas terapéuticas proporcionadas, evitando la obstinación terapéutica, el abandono, el alargamiento innecesario y el acortamiento deliberado de la vida».

http://www.diariomedico.com/edicion/diario_medico/normativa/es/desarrollo/1113296.html


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