Cómo organizar un curso privado de medicina en un hospital público

Los problemas de la sanidad pública

La empresa de un médico de La Paz ingresa 40.000 euros por unas clases dadas en el centro – La industria farmacéutica paga inscripciones irregulares

ORIOL GÜELL – Madrid – 31/03/2008

 

¿Debe un hospital público ceder instalaciones, empleados y pacientes para que la empresa de uno de sus médicos ofrezca un curso de formación? ¿Es inocente que la industria farmacéutica pague miles de euros por la inscripción, en algunos casos irregular, de alumnos? ¿Es lícito que empleados del hospital se ganen un sobresueldo en horas de trabajo gracias a las clases? ¿Justifica el prestigio del curso y del médico esta confusa mezcla entre lo público y lo privado? Y los pacientes, ¿qué saben y qué deben saber?

El centro alaba el prestigio del curso y dice que no puede organizarlo

Muchos trabajadores del hospital La Paz y otros responsables sanitarios de la región llevan tres semanas dándole vueltas a estas preguntas. Y sus respuestas, según lo constatado por este periódico, se mueven en una escala de valoraciones que van del blanco al negro y pasan por una amplia escala de grises.

Los hechos son los siguientes: José María Segura Cabral, jefe del servicio de Aparato Digestivo de La Paz y director del curso, organiza desde hace 22 años en el hospital uno de los cursos más prestigiosos de España sobre ecografía digestiva. Un total de 91 alumnos, médicos de toda España, participaron en las clases, entre el 10 y el 14 de marzo. La inscripción cuesta 450 euros. La Paz puso a disposición del curso, sin recibir nada a cambio, cuatro salas de ecografía con sus respectivos equipos, aulas, trabajadores -tres médicos, tres enfermeros, varios auxiliares y administrativos- e incluso a decenas de pacientes para que los médicos inscritos aprendan técnicas en ecografía. Otros tres hospitales públicos -Ramón y Cajal, La Princesa y el de Getafe- también cedieron instalaciones para las sesiones prácticas.

Los al menos 40.950 euros obtenidos por las inscripciones, sin embargo, fueron directos a las cuentas de la empresa Centro de Diagnóstico Ecográfico, propiedad de Segura Cabral. De este dinero, según el médico, «sólo el 10% se queda en la empresa», y el resto «sirve para pagar a todos los que han colaborado en hacerlo posible». Esto es, médicos, enfermeros, auxiliares y secretarias que dedican parte de su jornada laboral en un hospital público en organizar este curso privado.

Más controvertido es el origen del dinero, porque en muchos casos son empresas farmacéuticas las que pagan la inscripción de alumnos a los que ni siquiera conocen, limitándose a seguir las instrucciones del propio Segura Cabral, según los correos electrónicos a los que ha tenido acceso EL PAÍS.

Los mensajes también revelan casos en los que la empresa organizadora cobra dos o incluso tres inscripciones a otras tantas empresas farmacéuticas por la inscripción de un mismo médico. O el pago de cuotas para facultativos que nunca acudieron a las clases.

Tampoco está claro cómo afectan a los pacientes los entresijos de la organización del curso. Los pacientes de los hospitales públicos universitarios se benefician de la asistencia médica que necesitan, a la vez que sirven con sus casos para que los futuros médicos aprendan a cuidar a futuros enfermos.

Pero la situación es ligeramente distinta con este curso, ya que los pacientes están en el centro de una confusa estructura, que sirve para que una empresa privada haga un curso financiado por empresas farmacéuticas que permite a empleados públicos obtener un sobresueldo en su trabajo.

Además, la celebración del curso ha tenido su impacto en la asistencia en La Paz, ya que decenas de consultas de los médicos que participaron en el curso han sido suspendidas al estar los facultativos ocupados.

La valoración de estos hechos es dispar según a quién se pregunte. Trabajadores de La Paz se muestran indignados con que «se ponga un hospital público a disposición de los intereses privados de un médico». «Da igual que gane 4.000 o 40.000 euros. Él obtiene dinero y prestigio aprovechándose de una estructura pública». Estos trabajadores también dudan de que todos los empleados de La Paz cobren por colaborar con el curso, pese a lo dicho por Segura Cabral. «No nos consta. Además, aunque algunos lo hagan, hay que ver si es porque quieren, porque cobran o porque se ven obligados a hacerlo».

Un alto cargo en otro hospital público de la región califica como «prácticas muy poco recomendables» este curso. «No es un caso de enriquecimiento o corrupción, pero sí un foco de problemas y prácticas dudosas. El hospital no tiene control sobre lo que pasa en sus instalaciones. Al llevar el curso una empresa, ¿quién controla los sobresueldos a los empleados del hospital? ¿En base a qué criterio y con qué prioridades? ¿Cómo afecta esto a la asistencia de los pacientes? ¿Qué pasa con los chanchullos con las empresas farmacéuticas?», reflexiona.

Para la dirección de La Paz, sin embargo, no hay ningún problema con el curso, del que destaca su prestigio y «transparencia», y asegura que no afecta «a la asistencia del hospital». «Nosotros no podemos cobrar por el curso por razones administrativas y la fórmula utilizada en este caso nos parece la adecuada», afirmó un portavoz.

El médico José María Segura Cabral, por su parte, destaca que «el dinero del curso sólo sirve para pagar a quienes lo hacen posible y cubrir los costes del material utilizado». «Mi empresa sólo se queda el 10%, que es mucho menos de lo que cobraría una compañía de organización de congresos», afirma. «Mi objetivo y mi orgullo es seguir realizando un curso en el que se han formado los mejores especialistas de España en esta materia», concluye.

Amistades peligrosas

Las decenas de correos electrónicos que se han enviado en los días previos al curso, su director y la industria farmacéutica dejan claro dos cosas: el interés de Segura Cabral por contar con cuantos más alumnos mejor en sus clases y la disposición de las empresas a satisfacer los deseos del médico sin hacer preguntas. Sólo así se entiende el correo fechado el 25 de febrero de Segura Cabral al comercial de una empresa: «Prefiero que me hagas dos inscripciones al curso, ya que yo me haré cargo de comprar los DVD. Las personas son…». Días más tarde, la empresa manda la inscripción de los dos médicos, a quienes ni siquiera conoce.

Sorprendentemente, los mismos médicos se repiten en las órdenes de pago de otros laboratorios, con la clara intención además de colgarse la medalla: «Si es posible, especifiquen en la documentación que se le entrega al doctor que quien invita son los laboratorios…».

Fuente: El País


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